25 de mayo de 2011

Actividad Bloque IV: Adaptación "Toda clase de pieles"

A continuación, expondré la adaptación que he realizado sobre el cuento "Toda clase de pieles" contando por mi profesora en la clase:

Érase una vez en un reino muy lejano, había una familia rica y poderosa. Eran muy amados por todas las personas del pueblo ya que siempre eran cercanos con todos y si alguien les pedían algo se lo daban sin pedir nada a cambio.

El padre y la madre de esta familia, llevaban muchísimo tiempo queriendo tener un hijo para que disfrutase de todo lo hermoso que existía a su alrededor, pero debido a una serie de factores nunca lo habían conseguido hasta ahora.

Al cabo de un tiempo, por fin la madre consiguió quedarse embarazada y 9 meses después dio a luz a un niño precioso, el niño más hermoso que jamás habían visto nunca. A partir de ahora el niño será conocido con el nombre de Ezequiel. Por fin ya tenían heredero de todos sus bienes. Pero lo que ellos desconocían era que iba a serlo no tardando mucho.

El padre, cuando Ezequiel cumplió 18 años, le regaló tres sombreros que había mandado hacer al costurero. Eran tres sombreros magníficos, estaba cuidado hasta el más mínimo detalle, estaban hechos con hilos sacados de piedras preciosas. Uno estaba hecho de hilo de esmeralda, el segundo era de hilo de azabache y para el último habían utilizado hilo de platino. Y la madre, el regalo que le dio fueron tres pares de gemelos que hacían juego, casualmente, con los tres sombreros que el padre le regaló.

Una noche de repente entraron dos desconocidos a la casa, Ezequiel que ya tenía 18 años, preocupado y alterado se levantó de la cama y fue a mirar lo que estaba pasando. En cuanto bajó las escaleras se encontró a su padre tirado en el suelo y su madre al lado llorando desconsolada, ¡habían envenenado a su padre!.

Pasado un tiempo, la madre pensó que ahora que estaba viuda le iban a quitar todos los bienes que poseían (ya que no estaba bien visto que una mujer estuviese sola, ni siquiera cuando había perdido a su marido) y le propuso a su hijo que ¿por qué no se casaban?. Le explicó toda la situación, pero Ezequiel se negó a aceptar la petición de su madre, pensaba que era demasiado joven para casarse.

Al observar la insistencia de su madre un día tras otro, un día tras otro durante dos años seguidos, Ezequiel tomó la decisión de huir de su casa, ya que era la única manera que tenía de escaparse de todo aquel lío, porque su madre no se iba a dar por vencida. Lo único que cogió fueron los tres sombreros que le había regalado su padre junto con los tres pares de gemelos a juego de su madre.

Durante varios días corrió y corrió, atravesó varios bosques ya estaba realmente deteriorado porque al estar continuamente a la luz del sol había hecho que la piel la tuviese como envejecida, al igual que el pelo y el hecho de que durante este tiempo no se podía haber duchado... De repente, sin saber cómo había ocurrido aquello, se estampó contra un caballo, el cual montaba una chica hermosísima, él al verla se quedó paralizado porque nunca había visto tanta belleza reunida en una sola persona. Ezequiel pensó que todo aquello era un sueño que no era posible que estuviese pasando de verdad. La chica al ver que no se movía le preguntó:

- ¿Estás bien? ¿Te he hecho daño con el caballo? – preguntó.

- Eeee.....si...si, tranquila no me ha pasado nada.

- Me llamo Vanessa y vivo en aquél palacio que ves allí a lo lejos, ¿y tú?

- ¿Eres la princesa? – Ezequiel preguntó con una cara de total y absoluta sorpresa.

- Sí – respondió con normalidad. – bueno y ¿tú cómo te llamas y de dónde eres?

- Pues....pues.... (Ezequiel no respondía por miedo a que fuese alguna conocida de su madre y cuando se enterase de quién era realmente, le volviera a llevar con ella para celebrar la boda no deseada)

- ¿Qué pasa que no te acuerdas?

- Sí, eso...creo que el golpe que me he dado con tu caballo ha sido tan tan fuerte que se me han olvidado las cosas que sabía.

- Pues hasta que recuperes la memoria, te llevaré a palacio y estarás todo el tiempo que necesites. ¿Sabes hacer algún tipo de trabajo?

- Pues, sinceramente, no lo se.

- ¡Claro!, que no te acuerdas...Perdona, que ahora la que no se acordaba era yo. Entonces, sube a mi caballo y nos iremos a palacio, ya allí te buscarán algún trabajillo.

Se subieron, tanto Vanessa como Ezequiel, al caballo y se fueron a palacio. Una vez allí, Ezequiel quedó asombrado por el lujo que había por todas partes, era absolutamente impresionante todo. A los pocos días le comentaron a Ezequiel que iba a estar como ayudante de la cocina, aprendería a preparar comidas y guisos típicos de allí.

Pasado un tiempo, se organizó un baile, que duraría tres días, para la princesa Vanessa con el fin de que encontrase un digno pretendiente para casarse con él. Cuando Ezequiel se enteró quiso asistir, pero al estar en la cocina le sería imposible.

Durante el primer día del baile, Ezequiel pidió permiso a la gobernanta (jefa) de la cocina para ver si le dejaba ir aunque sólo fuera un ratito. Le explicó que nunca había podido ver un acontecimiento tan grande en su vida y que le haría mucha ilusión. La gobernanta accedió, pero con una condición que no le viese nadie bajo ningún concepto y que estuviese a tiempo de repartir la cena.

Ezequiel subió corriendo a su habitación se puso sus mejores ropas y decidió coger el sombrero de azabache, con sus gemelos a juego, para ver si así podía conquistar a la princesa Vanessa.

En cuanto, accedió al baile todo el mundo se le quedó mirando atónito y preguntándose los unos a los otros que quién era ese joven tan apuesto y misterioso, de dónde había salido. La princesa Vanessa también se fijó en él y quiso bailar con él, preguntarle sobre sus gustos, aficiones... Al cabo de hablar durante un buen rato con él se dio cuenta de que era él, era ese hombre que había esperado tanto tiempo, que era su media naranja y cuando quiso decirle que estaba segura de que era con él con quien quería pasar el resto de su vida, el hombre misterioso la cortó y la dijo que se tenía que ir, que se lo había pasado estupendamente y que, por supuesto, había sido un placer poder bailar junto a ella. Y sin más desapareció.

Ezequiel se volvió a cambiar de ropa de puso el traje para trabajar en la cocina y cuando llegó la gobernanta le echó tal bronca que le mandó hacerle la sopa a la princesa y subírsela a la habitación. Como no quería enfadarla más de lo que estaba, Ezequiel preparó la sopa y se la subió a la princesa sin decir nada.

Antes de llamar a la puerta para dársela, echó al fondo de la sopa uno de sus gemelos azabache para que la princesa lo encontrase. Llamó a la puerta y se la dejó. Era la primera vez que la princesa probaba una sopa tan rica y deliciosa, pero estuvo a punto de ahogarse, cuando se la terminó vio que era un gemelo y decidió bajar a la cocina a preguntar qué significaba aquello. Cuando estaba ya en la cocina fue directa a la gobernanta, primero para felicitarla por la sopa y después para preguntarle sobre el gemelo que había encontrado.

- Debo felicitarle por la sopa, esta noche estaba especialmente riquísima.

- Muchas gracias princesa – contestó la gobernanta.

- ¿Ha hecho usted la sopa?

- ¿Por qué lo pregunta princesa?

- Porque me encantaría saber que ingredientes han utilizado, simplemente.

- Pues he utilizado los de siempre, ni más ni menos.

- Muy bien, pues vuelvo a felicitarla de nuevo.

A la noche siguiente, pasó exactamente lo mismo Ezequiel convenció a la gobernanta para que le dejase ir con la excusa de que algo tan grandioso sólo tendría oportunidad de verlo una vez en la vida. La gobernanta accedió, pero le dijo que volviera para la cena.

Ezequiel subió a su habitación, se arregló y esta vez cogió el sombrero con hilo de esmeralda, junto con sus gemelos a juego, por supuesto. Una vez entró en el salón, la gente se le volvió a quedar mirando y en cuanto la princesa Vanessa se dio cuenta de que ya había llegado fue directamente a bailar con él.

A todo esto, ninguno de los dos se dio cuenta de que todavía en ninguna de las dos noches se habían dicho cómo se llamaban, estaban tan atontados el uno con el otro que ni se percataron de ese pequeño detalle. Y volvió a suceder lo mismo que en la noche anterior, justo cuando la princesa le iba a decir que le gustaba y que iba a ser él a quién iba a elegir para casarse, el hombre misterioso volvió a disculparse porque se tenía que ir ya y desapareció.

Ezequiel volvió a subir corriendo a cambiarse de ropa porque hoy había tardado más tiempo en volver. Cuando llegó a la cocina la gobernanta le volvió a echar la bronca y le dijo que volviese a hacer la sopa para la princesa, que ayer le gustó mucho. Dicho y hecho, la hizo con todo su amor y cuando estaba en la puerta para dejársela dentro, dejó caer al fondo, esta vez en gemelo de esmeralda.

La princesa al terminar la sopa, le ocurrió lo mismo que la noche anterior estuvo apunto de ahogarse con el gemelo y decidió volver a bajar a la cocina para preguntarle a la gobernanta qué ingredientes tenía y quién la había hecho. Una vez abajo:

- Gobernanta, ¿ha hecho usted la sopa?

- Si, ¿por qué lo pregunta?

- ¿Esta segura de eso?

- Si...si que lo estoy, ¿le ha ocurrido algo?

- No, todo lo contrario, es que estas dos noches últimas estoy comiendo la mejor sopa que haya probado nunca. Por eso le estoy preguntando, simplemente.

- Vuelvo a felicitarla por la sopa de hoy.

- ¡Muchas gracias princesa!

La princesa ya mosqueada porque no era normal que dos noches consecutivas la gobernanta le hubiese dejado dos gemelos dentro de la sopa, ya que los gemelos son un accesorio de hombre. Y de repente, se le ocurrió que podía ser el ayudante quién se lo estuviese dejando y atando cabos sueltos, pensó que tenía un gran parecido con el hombre misterioso del baile y para la siguiente noche se prepararía una “pequeña” trampa para comprobar que efectivamente era él.

Ya están en la última noche del baile y Ezequiel volvió a pedirle a la gobernanta que le dejase ir, que ya que era el último día le gustaría verlo y que, a parte no se había quejado la princesa con la sopa que le ha estado haciendo. Por tanto, la gobernanta aceptó y le dijo que, a ver si por esta vez podía llegar para la cena.

Ezequiel subió se puso las mejores ropas que tenía y, como colofón, cogió el sombrero platino y los gemelos a juego y bajó al baile.

Al igual que las noches anteriores, la gente se le quedó mirando y la princesa no necesitó mirar para saber que ya había llegado su hombre misterioso, así que fue directa para donde estaba él. Bailaron toda la noche y la princesa, sutilmente, le puso un anillo en la mano. Como él estaba totalmente absorto con la belleza de la princesa, ni se enteró de lo ocurrido. La noche llegó a su fin y la princesa se dio cuenta de que era la tercera noche que pasaban juntos y todavía no conocía el nombre del hombre misterioso, por tanto se lo preguntó:

- ¿Cómo te llamas? Creo que tengo derecho a saberlo ya que es la tercera noche que pasamos juntos porque luego te vas y me dejas con la palabra en la boca.

- Tienes razón, perdona que no haya caído en ese pequeño detalle. Me llamo Ezequiel, la ventaja que tenía era que y si que se desde el principio tu nombre, princesa Vanessa.

Sin darle apenas tiempo para reaccionar a la princesa le dijo:

- Vendré a buscarte para poder casarnos juntos, pero ahora mismo no puedo ya que no me encuentro en mi mejor momento. Si tienes paciencia, al final nos casaremos juntos y viviremos muy felices.

Y con estas palabras, Ezequiel se marchó y apenas tuvo tiempo para poderse vestir con el uniforme de la cocina. Cuando bajó, no hizo falta que la gobernanta le dijese que se pusiera a hacer la sopa, simplemente la mirada que le echó fue suficiente. Al terminar la sopa y estar a punto de pasársela a la princesa, dejó caer el último gemelo, esta vez era el de platino. Le dejó la sopa, pero esta vez la princesa quiso que se quedara con ella ya que iba a terminar pronto en tomársela.

Mientras se la tomaba, Ezequiel se iba poniendo cada vez más y más nervioso. La princesa se dio cuenta y empezó a rebuscar en el fondo del plato para ver si esta vez también traía la sopa gemelo y, de repente, sacó uno de platino. Se lo enseñó a Ezequiel y la dijo que él no sabía cómo había llegado aquello allí. La princesa le cogió la mano y le dijo:

- Tranquilo Ezequiel, se que has sido tú el que, durante estas noches, me has ido dejando los gemelos a modo de pistas. También se que eras tú el hombre misterioso del baile porque mira (señalando hacia el anillo que estaba en su mano). Te lo puso para comprobar que realmente eras tú.

Ezequiel se quedó con la boca abierta y le contó toda su historia de por qué le encontraron en el bosque y demás.

Después de dejar todas las cosas bien claras, al mes siguiente se preparó la mayor boda del siglo y el, ahora convertido en príncipe Ezequiel y la princesa Vanessa fueron muy felices juntos durante toda su vida.

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