25 de mayo de 2011

Reflexión Bloque IV

Algunas características de la literatura folclórica son que no tiene autor, es imposible conocer la versión original del cuento, existen muchos tipos de variantes, se adaptan en función del público, son textos populares, reflejan costumbres del pueblo, no son infantiles, no son machistas y reflejan el viaje iniciático de un niño hasta llegar a la vida adulta.

Los textos teatrales folclóricos como tal no existen, sólo existen representaciones que se hacen. Se sustentan en una historia y son de tres tipos: representaciones de carácter religioso, representaciones erótico – festivas y/o cómicos de la legua.

En cuanto a la poesía folclórica, Pedro Carrillo es su máximo exponente. Realizó una clasificación temática de los textos folclóricos que quedó de la siguiente manera: rimas de ingenio, juegos y rimas de movimiento y acción y danzas de corro.

Los textos en prosa tienen las mismas características, nombradas ya anteriormente. El primer folclorista que aparece es Vladimir Propp, que quiso estudiar las estructuras de los cuentos folclóricos rusos. Hizo una clasificación, que quedó de la siguiente manera: mitos, cuentos de animales (divididos, a su vez, en cuentos folclóricos para entretener y fábulas), cuentos de fórmula (con cuentos mínimos y acumulativos) y cuentos de hada o maravillosos.

Después nos encontramos con Gianni Rodari que trabaja con la fantasía y la creatividad de los niños. Su clasificación queda así estructurada: cuentos de animales, cuentos mágicos y cuentos de bromas o anécdotas.

A continuación, tenemos que hablar de Sara C. Bryan, que clasifica los cuentos folclóricos según la edad de los niños: 3 – 5 años, 5 – 7 años y a partir de 7 años.

Perrault fue un gran recopilador de s. XVIII, recopiló historias que, posteriormente, las adaptaba e incluía un final moralizante. Dentro de sus recopilaciones, se encuentran cuentos como “Cenicienta” o “Caperucita Roja”.

También nos encontramos con Armand Berquin (“El amigo de los niños”), Madame Leprince de Beaumont (“El almacén de los niños”) o John Newberry (“Little pretty pocket book”).

Durante el s. XIX, en Alemania tenemos a los hermanos Grimm que pretenden preservar `lo que es propio´ y no quieren que se pierda. Éstos eran recopiladores y sus cuentos no tienen moraleja. Aparece, a su vez, Hoffmann con “El cascanueces y el rey de los ratones”.

En Dinamarca está Hans Christian Andersen con cuentos aparentemente realistas como “La cerillera”.

Ya en España, tenemos a Fernán Caballero, el Padre Coloma o la editorial Calleja, entre otros.

Con los cuentos folclóricos tenemos que buscar una versión interesante y adaptarla para nuestros niños.

En cuanto a los motivos, son elementos que tienen carácter simbólico y que, son necesarios para el desarrollo de la historia, por tanto, habrá que respetarlos. Y en lo referente a los personajes, existirán personajes buenos y malos que puede que estén enfrentados o no.

1 comentario: