25 de mayo de 2011

Actividad Bloque V: "¿Qué hace el Ratoncito Pérez con los dientes?"

A continuación os mostraré la lectura que hice sobre este texto en clase delante de una serie de compañeros, a medida que íbamos terminando (estábamos en grupos de tres personas, las cuales se repartían las diferentes formas de transmisión literaria) íbamos rotando por otros grupos.

Al principio, me sentí algo nerviosa porque tener a dos personas observándote con atención y disfrutando con lo que les estás contando, no es una cosa que se encuentra, verdaderamente, todos los días. A medida que fue pasando el tiempo de la actividad, me fuí soltando y calmando y, en mi opinión, los últimos grupos por los que pasé se quedaron con ganas de que les leyera más.

El texto es el siguiente (incluyen tonalidades que tendrán que poner para enfatizarlo aún más):

Cuando a Elsa se le cae un diente, tiene por costumbre colocarlo debajo de su almohada y durante la noche el ratoncito Pérez viene a buscarlo.

Desde que comenzó de nuevo el curso, a Elsa se le han caído ya tres dientes. Y cada vez, el ratoncito se lo llevó sin decir a dónde, naturalmente.

- ¿Pero qué puede hacer este ratoncito con todos mis dientes? ¿Para qué quieren los ratoncitos todos los dientes que recogen en las casas de la gente? le preguntó Elsa a su padre un día. ¿Acaso los utilizan para sustituir los que a ellos se les han roto? ¿O los tiran dentro de un foso?

- Nada más simple, respondió el padre, busca un agujero de ratón a ras de suelo, estírate boca abajo y mira por él. Verás qué pasa dentro.

Dicho y hecho. Elsa encontró un orificio de ratón debajo del aparador del comedor. Abrió muy bien un ojo y lo pegó al agujero. Qué sorpresa descubrir a través del orificio, al otro lado del muro, una verdadera ciudad de ratones. Los hay delgados, grises, blancos, con los ojos verdes y algunos hasta con ojos rojos. ¡Pero si detrás de la pared del comedor de Elsa hay una auténtica ciudad de ratoncitos! Corrían en todas direcciones, empujando carretillas vacías, estirando cordeles. Un gran ratón marrón lanzó un silbido y gritó:

- Atención, cada uno a su lugar de trabajo, aquí llega el convoy de la noche.

Los ratoncitos y las ratitas se alinearon a lo largo de las calles. El convoy se aproximaba. Decenas de ratoncitos y ratitas arrastraban carros repletos de dientes recolectados debajo de las almohadas. Los hay para todos los gustos: dientes jóvenes, viejos, dientes blancos, careados, con plomo, puntiagudos y planos.

Cada ratoncito descargó su carretón en la plaza, apilándolos en forma de pirámide. A la hora del mercado, los ratoncitos gritaban.

- Vengan a ver mi lote de dientes. Por aquí, un diente nuevo... ¡Dientes frescos, dientes frescos!

Elsa retuvo la respiración. Y no se movió. Los ratoncitos acudían de todas las partes de la ciudad con sus cestos. Una pequeña ratita dijo:

- (voz aguda) Quiero tres dientes huecos para hacer tazas de café.

Y un ratón gordo gruñó:

- (tono irritado) Le he encargado cinco dientes dorados para terminar mi palacio. Dese prisa en dármelos.

Una mamá ratita, acompañada por todos sus pequeños, se llevó ocho muelas para hacer taburetes. Y un ratón de largo morro pidió:

- ¿Tendría un gran canino?

- Estoy desolada, no me queda más que un diente de leche, respondió la vendedora.

Elsa se sobresaltó:

- (sorpresa) ¡Es mi diente! Lo reconozco, gritó.

Pero los ratoncitos no la oían. El agujero era demasiado pequeño para dejar pasar su voz.

Ahora un joven ratoncito se acercó y preguntó con aire interesado:

- ¿Está en venta este magnífico diente de leche? Es precisamente lo que estaba buscando. Tierno y limpio, como deseo. Haré con él cuatro anillos para las patas de mi novia.

Y se lo llevó, encantado. Elsa estaba sorprendida.

- ¡Hacer cuatro anillos con mi diente de leche! Es una idea extraña...

Aunque también estaba contenta de saber lo que los ratoncitos hacen con todos los dientes. Y al alejarse del agujero de la pared, se preguntó un poco preocupada:

- ¿Será mi diente de leche suficientemente bonito para un anillo de prometida?

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